Cómo relajarse profundamente


La relajación profunda permite liberarse de las tensiones corporales, tranquilizar la mente, revisar las emociones conflictivas y ganar perspectiva sobre el sentido de lo que hacemos y de lo que somos.

Algo tan sencillo como tenderse en el suelo y quedarse quieto por completo en algún momento del día, sin más propósito que dejar de hacer y de pensar, representa un abismo para muchas personas sumidas en un ritmo de vida frenético. De hecho, la postura de yoga Savasana o «postura del cuerpo muerto», que consiste precisamente en tumbarse de espaldas, relajarse por entero y respirar de forma suave apaciguando los pensamientos, es la más complicada para quienes practican yoga, porque requiere un aquietamiento y un «soltar el control» al que no se está acostumbrado.
Toda esta agitación, combinada con trabajos sedentarios y centrados en la mente, provoca una tensión nerviosa que agarrota los músculos de la espalda y las cervicales. El cerebro permanece continuamente alerta y acelerado, y a menudo sobrevienen sentimientos de tristeza o contrariedad por querer cubrir en vano tantos frentes. En esa tesitura, hallar un momento para relajarse a fondo se convierte en un modo de sosegar la ansiedad y volver la mirada hacia el interior, poniendo orden en en la propia vida.

Los beneficios de aflojar
En los años sesenta, Herbert Benson, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, identificaba cuatro elementos necesarios para inducir una relajación profunda: un entorno tranquilo, una posición cómoda, una actitud pasiva y la repetición mental de una palabra, tal como «uno». Benson descubrió que durante la relajación tenían lugar varios cambios fisiológicos, como la disminución del ritmo cardiaco y respiratorio. También aumentaba la proporción de ondas cerebrales alfa, las mismas que prevalecen durante la primera fase del sueño, y que permiten una calma y reparación profundas de los sistemas orgánicos y una mayor claridad mental mientras se permanece despierto.

Efectos sobre el corazón y cerebro
Desde entonces, diferentes estudios han podido constatar que una relajación profunda reduce la tensión física, mental y emocional, disminuye la irritabilidad y es una eficaz herramienta contra el insomnio, la fatiga o la depresión. Al desencadenar una vasodilatación en todo el organismo también combate la hipertensión y, puesto que el corazón late a un ritmo más lento, mejora su función de bombeo y previene el infarto de miocardio. Además regula el sistema parasimpático y disminuye la cantidad de adrenalina y cortisol que circula por la sangre, reduciendo las respuestas tóxicas del organismo frente al estrés y potenciando el sistema inmunitario.
Por otra parte, relajarse profundamente permite serenar la mente, aumentar la efectividad y creatividad, gozar de mayores niveles de energía y resolver los conflictos internos.

Qué técnica elegir
Lo más recomendable es usar técnicas de relajación que ayuden a reducir el principal foco de tensión y que, por extensión, incidan en el bienestar general.
  • Si el problema más acuciante es el dolor físico o muscular (dolor de espalda, cefaleas, dolor de estómago, fatiga o insomnio) puede ser más recomendable recurrir a una relajación basada en una práctica de tensar y soltar.
  • Si, por el contrario, se sufre mucha tensión nerviosa y apenas pueden controlarse el estrés y la ansiedad (el corazón se acelera, la respiración es superficial y las preocupaciones se suceden sin fin), será más efectiva una técnica enfocada a apaciguar el sistema nervioso autónomo y trabajar la relajación mental.
  • Si la tensión tiene un carácter esencialmente emocional (la persona se siente contrariada y negativa porque ha ocurrido algo que va contra sus deseos y preferencias: dificultades en las relaciones o el trabajo, enfermedad, problemas económicos, paro…), algo que alimenta a su vez la tensión muscular y nerviosa, se puede trabajar con enfoques cognitivos, que permitan detectar y subsanar los pensamientos negativos.

    Gema Salgado de Cuerpo Mente
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